lucha constante y paciente en pos de la comunión con Dios. Una vida de oración y penitencia, de amarga insatisfacción con ustedes mismos y sus esfuerzos. Tal vez hasta de disciplina aguda y agonizante, ese dolor para llegar a la plena simpatía con la gente a la que van a ayudar; pero también de alegría y esperanza, de gozo por el éxito en la ayuda a los hombres, de aspiraciones ansiosas, de destellos por la justicia, y de gozosa comprensión del ilimitado e indecible amor de Dios. Todas estas experiencias