Isaías primero respondió al llamado de Dios con entusiasmo gritando: “¡Aquí estoy yo! ¡Envíame!” (6:8). Pero cuando Dios le advirtió que la gente respondería con indiferencia, su entusiasmo se convirtió en desesperación cuando gritó: “Señor, ¿cuánto tiempo?” (V. 11). Al igual que nosotros, Isaías esperaba que su ministerio lograra un gran avivamiento. Pero Dios le recordó que el propósito del ministerio no siempre es lograr grandes resultados, sino lograr el propósito de Dios en la proclamación de