Por lo tanto, cuando surgen problemas en el ministerio, lo atribuimos a nuestros fracasos personales y, al hacerlo, anulamos tanto nuestra justificación como la obra santificadora del Espíritu Santo. Se nos olvida que Dios está más preocupado por lo que está haciendo en nosotros que lo que está haciendo a través de nosotros. Para que Dios produzca el crecimiento en nosotros, a menudo nos llevará a través de experiencias dolorosas para moldearnos y moldearnos a la imagen de Cristo. En consecuencia,