Martín Lutero dijo en cierta ocasión: «Un buen predicador debería tener estas prioridades y virtudes: primero, enseñar de forma sistemática; segundo, tener un ingenio listo; tercero, ser elocuente; cuarto, tener una buena voz; quinto, contar con una buena memoria; sexto, saber cuándo concluir; séptimo, estar seguro de su doctrina; octavo, aventurarse y comprometer cuerpo y sangre, riqueza y honor en la Palabra; noveno, sufrir las burlas y el menosprecio de todos». Lutero tuvo la mayoría ─si no todas─