El hecho de permanecer ocupado definía mi identidad. Sin embargo, después de casarme, pensé que cambiaría mi agenda de ochenta y cuatro horas semanales de trabajo. Al fin y al cabo tenía una razón muy atractiva para retirarme de la oficina al final de la tarde. Pero no fue tan fácil como pensaba. Incluso ahora, cuando llega mi día libre, mi cuerpo nunca parece notificarle a mi mente que podría quedarme durmiendo hasta más tarde, andar en bicicleta, ver una película o acostarme en el sofá frente al