«permanecer oculta». «Cada árbol se conoce por su fruto» (Lucas 6:44). Una persona verdaderamente santificada puede estar tan revestida de humildad que no vea más que debilidades y defectos en sí misma. Igual que Moisés, cuando descendió del monte, puede que no sea consciente del resplandor de su rostro. Igual que los justos, en la gran parábola de las ovejas y los cabritos, puede que considere que no ha hecho nada digno de la atención y los elogios de su Señor: «¿Cuándo te vimos hambriento, y te
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