Un apóstol hablaba y escribía por inspiración. El Señor se lo prometió a sus apóstoles (Mt 10:19; Lucas 12:12). El Espíritu Santo, a quien el Padre enviaría en su nombre, les enseñaría todas las cosas (Juan 14:26), y los guiaría a toda la verdad (Juan 16:13). Esta promesa se cumple en Pedro (Hechos 4:8). Más tarde podrían decir: “Le pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros” (Hechos 15:28). “Así que quien rechaza esto, no rechaza al hombre sino a Dios, que nos ha dado su Espíritu Santo”, dice Pablo