“El evangelismo no es más que un mendigo diciéndole a otro mendigo donde hallar pan”. La principal diferencia entre el creyente y el incrédulo es el perdón. Lo único que califica a una persona para ser ministro en nombre de Cristo es que esa persona haya experimentado el perdón y quiera contárselo a otros. “Abre, Señor, mis labios, y mi boca proclamará tu alabanza. Aún si yo te ofreciera sacrificios, no es eso lo que quieres; ¡no te agradan los holocaustos! Los sacrificios que tú quieres son el espíritu