“Predicar de oído” es humilde. Significa hablar con menos artificio. Significa decir la verdad de primera mano. Significa compartir el foco con los oyentes. Significa ser sacrificialmente vulnerable. Es arriesgado, sí, pero no busca la gloria. En realidad, se enfoca tanto en los oyentes como en el mensaje, que emerge de un hermoso olvido de uno mismo. Persigue el bien de la congregación más que la posición, el pulimento, el poder o el prestigio. En esta dirección apuntaremos: encontrarnos menos automáticos,