Nuestro Señor no nos llama al éxito, como si los resultados dependieran de nosotros: “Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento” (1 Co 3:7). No, nuestro Señor nos pide que seamos obreros fieles al servicio de las almas que ha comprado con su propia sangre (Hechos 20:28). Nuestro Señor tampoco espera que tengamos todas las respuestas: “yo os daré palabra y sabiduría” (Lucas 21:15). Jesús, la Palabra eterna del Padre, es la Respuesta que nos da palabras cuando