Porque él es nuestro Dios
y nosotros somos el pueblo de su prado;
¡somos un rebaño bajo su cuidado!
Si ustedes oyen hoy su voz,
no endurezcan el corazón, como en Meribá,
como aquel día en Masá, en el desierto,
cuando sus antepasados me tentaron,
cuando me pusieron a prueba,
a pesar de haber visto mis obras.
Cuarenta años estuve enojado
con aquella generación,
y dije: «Son un pueblo mal encaminado
que no reconoce mis senderos.»
Así que, en mi enojo, hice este juramento:
Psalm 95:7–11