Esta mujer era extranjera, sirofenicia de nacimiento, y le rogaba que expulsara al demonio que tenía su hija.
—Deja que primero se sacien los hijos—replicó Jesús—, porque no está bien quitarles el pan a los hijos y echárselo a los perros.
—Sí, Señor—respondió la mujer—, pero hasta los perros comen debajo de la mesa las migajas que dejan los hijos.
Jesús le dijo:
—Por haberme respondido así, puedes irte tranquila; el demonio ha salido de tu hija.
Cuando ella llegó a su casa,
Mark 7:26–30