Ben Myers escribe: “En las iglesias evangélicas donde teologizan la felicidad y hacen ritual de la sonrisa, se margina espiritualmente a los creyentes tristes. La tristeza es la letra escarlata de la iglesia contemporánea, una prueba bordada del fracaso espiritual de una persona”.1 Si bien las palabras de Myers pueden ser un poco fuertes, muchos de nosotros que somos evangélicos tendemos a suponer que la vida cristiana es un día feliz tras
Nehemiah 2:1–2a