El secreto de la verdadera ofrenda es el gozo del Espíritu Santo. La queja de la Iglesia en cuanto a la terrible necesidad de más dinero para la obra de Dios, de la terrible desproporción entre lo que el pueblo de Dios gasta en sí mismo y lo que dedica a su Dios, es universal. El grito suplicante de muchos de los siervos de Dios que trabajan por los pobres y los perdidos, a menudo es doloroso. Tomemos en serio la lección solemne: es simplemente una prueba de la medida limitada en que se conoce el