Dios y de Jesucristo. No es ni siquiera simplemente una fe en un ser más allá de nosotros mismos, a quien podemos conocer, contemplar y amar, como lo haríamos con una persona de cuyo amor por nosotros hemos llegado a ser conscientes. Cuando Pablo habla de la fe “en” Jesucristo, no es meramente una fe dirigida hacia Jesús, sino una fe que se vive en Jesús. Es una fe viva que, por así decirlo, se mueve, se desarrolla y crece “en Jesucristo”. Sólo una fe como ésta puede guardarnos del error en todas