¿Qué nos hace pensar que podemos ejecutar el ministerio con los recursos insignificantes de nuestra propia mente y corazón? ¿Por qué nos proponemos hacer la obra infinita del Señor a partir de la capacidad finita de nuestro carisma y compasión personales? Lo más probable es que tal tontería pueda explicarse parcialmente por nuestra ignorancia. Pero, para ser precisos, esta locura es en gran parte una incredulidad. En realidad, nos hemos hecho de la vista gorda ante las promesas de Dios en su palabra