La declaración de la omnipresencia de Dios en el Antiguo Testamento (Sal 139:7–10) cuestionó directamente a los falsos dioses del antiguo Oriente Próximo, que eran concebidos como dioses territoriales a cargo de regiones específicas. Estos dioses y sus poderes tenían unos límites claros. En cambio, Yahvé era exaltado como el “único Dios verdadero” porque su presencia y poder no tienen límites (1 Re 20:28). La declaración de su presencia ubicua también destacaba el hecho de que ninguna persona puede