«Aún tengo razones en defensa de Dios». No debemos buscar publicidad para nuestras virtudes ni para nuestro fervor; pero, al mismo tiempo, es un pecado estar siempre procurando esconder lo que Dios nos ha concedido para bien de otros. Un cristiano no tiene que ser una aldea colocada en un valle, sino «una ciudad asentada sobre un monte». No tiene que ser una lámpara colocada debajo de un almud, sino sobre el candelero, que alumbra a todos. El retraimiento puede resultar agradable
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