Cuando se sienten cómodos, pueden bromear acerca de Dios y hablar de manera discreta y locuaz en desprecio de su poder; pero si la desesperanza, por cualquier causa, los sobrepasa, los estimulará para que lo busquen y dictará oraciones desesperadas, demostrando que no eran del todo ignorantes de Dios, sino que habían reprimido perversamente los sentimientos que deberían haberse manifestado antes.