El ser humano no sólo tiene que mirar atrás al origen y primer comienzo de la existencia para darse cuenta de que todo se debe a Dios; nuestro principal cuidado, nuestra más elevada virtud, nuestra única felicidad, desde ahora y para toda la eternidad, se trata de presentarnos como vasijas vacías en las que Dios pueda morar y manifestar Su poder y bondad. La vida que Dios ofrece no se confiere de una vez para siempre, sino que se lleva a cabo en cada momento de manera continuada por medio del funcionamiento