Las dos lenguas que el predicador tiene que aprender a hablar con fluidez son gracia y verdad. Y lo digo porque Jesús era fluido en ambas. La Escritura nos dice que estaba “lleno de gracia y de verdad” (Juan 1:14). Pero mientras que Jesús fluía igualmente en el vocabulario de la gracia y la verdad, la mayoría de nosotros no. Por lo general, tenemos la gracia o la verdad como nuestra lengua materna. Podemos hablar una sin acento, pero la otra nos es, de un modo u otro, desconocida. Como resultado,