contemplar pequeñas porciones de la Biblia en lugar de largas lecturas y laboriosos estudios de la misma. Mi ser me conducía a frenar y a contemplar. Esto me llevó también, en consecuencia, a plantearme muchas cuestiones no solamente en cuanto a mi propia experiencia de la lectura de la Biblia, sino también en cuanto a la forma en la que la había usado en mi ministerio, fuertemente influenciada por la forma en la que otros me habían enseñado a través de ella. Empecé a imaginar: ¿qué pasaría si la
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