vino a ser, naturalmente, el campo de batalla de las naciones y la carretera del mundo. Situada a una altitud de unos 800 metros sobre el nivel del mar, su clima era más sano, uniforme y templado que el de ninguna otra parte del país. Desde la cumbre del monte de los Olivos se podía ver una perspectiva sin paralelo de las localidades más interesantes de la tierra. Al este, el ojo reseguía las llanuras intermedias hasta Jericó, observaba los meandros del Jordán y el gris plomo del Mar Muerto, reposando
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