sacrificio, y al mismo tiempo mató al oficial sirio. Esto le obligó a huir con sus hijos a las montañas seguidos por muchos judíos celosos (1 Mac. 2:23–28). Muy importante fue la unión a sus filas de los asideos hasidim (1 Mac. 2:42 y sigtes.) para quienes toda cultura helenista e influencia extranjera era anatema. Su presencia dio completa sanción religiosa a la revuelta.1 Difícilmente pueden ser llamados los asideos un partido judío o del judaísmo, pero formaban un cuerpo cuya opinión tenía mucho
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