La oración y la sanidad deben efectuarse en la quietud del hogar del creyente que padezca una enfermedad. El Señor Jesucristo nunca celebró reuniones de sanidad divina. Sanó a muchos, sí. Sanó a gente en las multitudes (porque cumplía la profecía sobre las señales que acompañarían al Mesías), pero nunca publicitó tales encuentros sino que evitó tanto como pudo las manifestaciones públicas de sus poderes sanadores. Encargó de forma estricta a quienes sanaba que mantuvieran silencio al respecto, pues