Nada humilla más al corazón humano que hacer un reconocimiento verdadero de la absoluta soberanía de Dios. Es así entonces que, en vez de buscar debilitar la fe, escribimos para fomentar y fortalecerla. El problema principal es que mucho de lo que pasa por fe en la actualidad realmente solo es un sentimentalismo sensiblero. La fe de la cristiandad en este siglo veinte es mera credulidad y el ‘dios’ de muchas de nuestras iglesias no es el Padre de nuestro Señor Jesucristo, sino un mero producto de