Para la nación de Israel, Cristo es el Mesías, Emmanuel y Rey; Para la Iglesia, Él es Cabeza, Novio y Señor, la última designación que connota su autoridad soberana sobre la Iglesia. Estas declaraciones, ciertamente dogmáticas, se verifican fácilmente. Al final de esta era, Israel debe pasar por la gran tribulación, que se caracteriza específicamente como “el tiempo de los problemas de Jacob” (Jer 30:4–7; Dn 12:1; Mt 24:21); y, antes de entrar en su reino, debe presentarse ante su Rey en juicio.