tiene también una inaudita dimensión social. No sólo los jefes, sino todos, reciben el Espíritu. No sólo los varones, sino también las mujeres, profetizan. Jóvenes y ancianos, varones y mujeres, todos reciben el Espíritu por igual, y por igual hablan en lenguas, y por igual proclaman el Evangelio. Las gentes responden de muy variadas maneras al milagro de Pentecostés y al discurso de Pedro. Al principio, algunos pensaban que los discípulos estaban borrachos. Pero
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