Si cualquier gobernante —un oficial o una institución del gobierno, un maestro de escuela, un jefe, o un comandante militar— te ordena que hagas algo que Dios prohíbe o te prohíbe hacer algo que Dios ordena, no solo puedes desobedecer, sino que debes desobedecer. Si te enfrentas a una decisión de este tipo, debes obedecer a Dios. Este principio se puede memorizar en solo unos instantes, pero su aplicación puede ser extremadamente compleja. Como personas pecadoras, debemos tener presente que somos