Allí está la clave: alabamos lo que disfrutamos porque el deleite está incompleto hasta que se expresa en alabanza. Si no se nos permitiera hablar de lo que valoramos y celebrar lo que amamos y alabar lo que admiramos, nuestro gozo no estaría completo. Por lo tanto, si Dios es verdaderamente para nosotros, si nos diera lo mejor para hacer que nuestro gozo estuviera completo, tendría que tener como meta obtener nuestra alabanza para sí. No porque necesita ocultar alguna debilidad en sí mismo o compensar