una casa de citas baratas, sino de un domus meretricius (también llamado casa de ninfas), un lugar sofisticado donde los clientes —comerciantes adinerados y ciudadanos de las mejores familias— podían tomarse un baño y cenar con sus amigos acompañados por chicas refinadas dispuestas, ciertamente, a satisfacer los apetitos carnales de sus clientes, pero también a hacerles compañía, a citarles poesía culta, a hacer teatro cómico o trágico y a excitarles con juegos eróticos. Cuando las excavaciones se
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