El segundo principio es identificar las unidades literarias. Cada libro bíblico es un documento unificado. Los intérpretes no tienen el derecho de aislar un aspecto de la verdad y excluir los demás. Por lo tanto, debemos esforzarnos por entender el propósito del libro bíblico entero antes de interpretar las unidades literarias individuales. Las partes individuales —capítulo, párrafos o versículos— no pueden significar algo distinto de la unidad en su totalidad. La interpretación debe ir desde un