‘la Ley y los Profetas, con los Evangelios y los Apóstoles1’o más brevemente como ‘La Ley y el Evangelio’2, mientras que a los nuevos libros por sí solos se les llamaba ‘El Evangelio y los Apóstoles’, o simplemente ‘El Evangelio’. La primera mención conocida de este nombre para la nueva Biblia, con todo lo que implica para su relación con la más antigua y breve, se remonta a la época de Ignacio (115 d.C.), quien hace uso de él repetidamente3. En un pasaje nos da un indicio de las controversias que