La iglesia cristiana no estuvo, pues, nunca sin una ‘Biblia’ o un ‘canon’. Los libros del Antiguo Testamento no eran los únicos que los apóstoles, fundadores de la iglesia por directo nombramiento de Cristo, dieron a las iglesias primitivas como regla autoritativa de fe y práctica. Los profetas del antiguo pacto no poseían más autoridad que los apóstoles, los cuales se habían convertido en ministros competentes de un nuevo pacto porque, como defendió uno de ellos, «si lo que perece tuvo gloria, mucho