The Future of Bible Study Is Here.

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Argumento 5. Un discípulo anciano es fuerte, valiente, firme e inamovible en su resolución. Un cristiano anciano es como un pilar o como una roca; nada puede moverlo, nada puede sacudirlo (Sal 44:9, 26). Lo que se absorbe en la juventud permanecerá en la vejez. Los soldados mayores son fuertes y valientes; nada puede intimidarlos ni desanimarlos. Cuando Josué tenía ciento diez años, ¡qué valiente y decidido era! Josué 24:15 y 29 dicen: “Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová. Después de estas cosas murió Josué hijo de Nun, siervo de Jehová, siendo de ciento diez años”.
Considio, un senador de Roma, le dijo a César valientemente que los senadores no se atrevían a acudir al consejo por temor a sus soldados. César le preguntó: “¿Por qué entonces vas al Senado?”. Él respondió: “porque mi edad me quita el miedo”.11
¡Oh! Ningunos tan valientes, ningunos tan divinamente audaces, ningunos tan despreocupados en los días malos como los cristianos ancianos. Un cristiano mayor sabe que esa buena voluntad no le hará ningún bien que no sea hecho por la perseverancia; su resolución es como la de Gonsalvo, quien dijo a sus soldados, mostrándoles Nápoles, que prefería morir con un pie adelante, antes que retirarse. “¿Un hombre como yo ha de huir?” preguntó Nehemías en el cap. 6:11. Arriesgará valientemente su vida antes que retirarse y desacreditar la profesión con el reproche del temor. Fueron palabras valientes de Lutero, aquellas que dijo cuando los peligros de los opositores lo acecharon a él y a sus asociados: “Ven”, dijo él, “cantemos el salmo cuarenta y seis y luego dejemos que hagan lo peor”.
Cuando Policarpo tenía ochenta y seis años de edad, sufrió el martirio con valentía, decisivamente y sin temor.12
Cuando uno de los antiguos mártires estaba siendo acusado por sus perseguidores, él respondió: “No hay nada de las cosas visibles o de las cosas invisibles a lo que pueda temer. Permaneceré firme en mi confesión del nombre de Cristo y contenderé ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos (Judas 3), venga pues lo que haya de venir”.13
Los discípulos mayores y los soldados ancianos de Cristo tienen el corazón y la valentía de Sama, de uno de los valientes de David; se paran y defienden el campo cuando todos los demás huyen (2Sa 23:11–12). Los hebreos llaman a los jóvenes Nagnar (viene de una raíz que significa sacudir o ser lanzado de aquí para allá) para hacer notar lo volubles e inconstantes que son (Mt 19:20–22). Generalmente, son personas que no tienen decisión para hacer el bien, o tienen una decisión débil; a menudo son tan fácilmente perdidos como son ganados. Pero los cristianos ancianos en todos los terremotos se mantienen firmes “como el monte de Sion, que no se mueve”. A través de esto también puedes ver que es un honor ser un cristiano y discípulo anciano.
Argumento 6. Un discípulo anciano está preparado para la muerte; ha estado muriendo por mucho tiempo al pecado, al mundo, a los amigos, a sí mismo, a sus relaciones, a todo; no hay ningún hombre más preparado para morir que aquel que muere diariamente.14
Un discípulo anciano ha vivido sinceramente para Cristo, ha vivido eminentemente para Cristo, ha vivido en todas las condiciones15 y bajo todos los cambios para Cristo; ha vivido de manera ejemplar para Cristo, ha vivido mucho tiempo para Cristo, por lo tanto, es el más preparado para morir y estar con Cristo. Un discípulo anciano tiene una corona en sus ojos, un perdón en su seno y un Cristo en sus brazos, por lo tanto, puede decir dulcemente como el viejo Simeón: “Señor, despides a tu siervo en paz” (Lc 2:29). Como dijo Hilario a su alma: “Alma, has servido a Cristo en estos setenta años, ¿y tienes miedo de la muerte? Sal, alma mía, sal”.16
“Muchos días” —dijo el viejo Cowper— “he buscado la muerte con lágrimas, no por impaciencia, desconfianza o perturbación, sino porque estoy cansado del pecado y temeroso de caer en él”. Nacianceno le dijo al rey de los terrores: “devórame, devórame”. Y Austin, siendo anciano dijo: “¿Moriré alguna vez? sí, o ¿moriré totalmente? sí. Entonces, ¿por qué no ahora, Señor?”17 De la misma forma cuando Modesto, el teniente del emperador, amenazó con matar a Basilio, este dijo: “Si eso es todo, no temo; tu amo no me puede dar mayor placer que enviarme a mi Padre celestial, para quien ahora vivo, y a quien deseo ir”.
“No puedo decir como él: —dijo el viejo Stephen Martial un poco antes de su muerte —18 No he vivido para que ahora19 tenga miedo de morir; he aprendido tanto de Cristo que no tengo miedo de morir”. Los cristianos ancianos no han hecho más para morir que para cenar. Morir no es nada cuando el Consolador está presente (Is 57:1–2). Los discípulos ancianos saben que morir es solo acostarse en sus camas; saben que el día de su muerte es mejor que el de su nacimiento; esto hizo que Salomón prefiriera su ataúd antes que su corona, el día de su disolución antes que el día de su coronación (Ec 7:1).
Los antiguos solían llamar al día de su muerte Natalia; no era el día de su muerte sino el de su nacimiento.
Los judíos no llamaban a sus Gólgotas Batte Caiim: casas o lugares de los vivos. Los cristianos ancianos saben que la muerte es una entrada a la vida, una pascua, un jubileo; no es sino el ujier del Señor que conduce al cielo; esto los prepara para morir y hace que la muerte sea más deseable que la vida; en esto pueden ver que es un honor ser un discípulo anciano.
Argumento 7. Un discípulo anciano tendrá una gran recompensa en el cielo.
Los cristianos ancianos han hecho y han sufrido mucho por Cristo; cuanto más un hombre haga o sufra por Cristo aquí, más gloria tendrá en el futuro.20 El dicho de un discípulo moribundo en su cama era: “él ha venido, ha venido —es decir, el Señor— con una gran recompensa por una pequeña obra”. Agripa hizo un voto al emperador Cayo en la cárcel y la primera cosa que Cayo hizo cuando recibió el imperio fue otorgar a Agripa un reino; le dio también una cadena de oro, tan pesada como la cadena de hierro que estaba sobre él en la cárcel. ¿Cristo no recompensará ricamente a todos sus santos que sufren? Seguramente lo hará. Cristo pagará a cada cristiano por cada oración que haya hecho, por cada sermón que haya oído, por cada lágrima que haya derramado, por cada bocado que haya dado, por cada carga que haya soportado, por cada batalla que haya luchado, por cada enemigo que haya derribado, y por cada tentación que haya vencido.
Ciro, en una gran expedición contra sus enemigos, para animar a sus soldados a pelear, en una oración que hizo a la cabeza de su ejército prometió hacer de cada soldado a pie un jinete, y de cada jinete un comandante, y cada oficial que actuara valientemente sería recompensado; pero ¿que son las recompensas de Ciro comparadas con las recompensas que Cristo nuestro general promete a los suyos?21 Ap 3:21 dice: “Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono”. Así como no hay señor para Cristo, tampoco hay recompensas él. Sus recompensas son las más grandes recompensas. Él da reinos, coronas, tronos; él da gracia y gloria (Sal 48:11).
Se dice que Arauna, un noble jebuseo famoso por su generosidad, no tenía más que un pequeño tesoro y un corazón de rey; pero Jesucristo tiene el tesoro y el corazón de un rey, y en esa medida otorga.
Así como las recompensas de Cristo son las mejores, también son las más seguras. “Fiel es el que os llama, el cual también lo hará” (1Ts 5:24).22
Antíoco hizo muchas promesas, pero rara vez cumplió, por lo cual se le llamó –en forma de burla– el gran prometedor. Jesucristo nunca hizo ninguna promesa, sin embargo las cumplirá (2Co 1:20), a menudo es mejor que su palabra (1Co 2:9); él nos da mucho más de lo que pedimos. El paralítico le pidió salud y Cristo le dio salud y perdón (Mt 9:2). Salomón deseaba sabiduría y el Señor le dio sabiduría, honor, riquezas y el favor de las criaturas como recompensa (2Cr 1:10–15). Jacob le pidió ropa que vestir y pan que comer, y el Señor le dio estas cosas y riquezas y otras misericordias.23
Cristo no mide sus dones según nuestras peticiones, sino según sus propias riquezas y misericordias. Las almas llenas de gracia muchas veces reciben más dones y favores de parte de Dios de los que se hubieran imaginado, no se atreven a presumir lo que otros se esfuerzan por conseguir sin obtenerlo.
Arquelao siendo importunado por un codicioso cortesano a causa de una copa de oro en la que bebió, se la dio a Eurípides diciendo: “Tú eres digno de pedir y ser negado, pero Eurípides es digno de recibir dones, sin pedirlos”.
El hijo pródigo no deseaba más que el lugar de un sirviente, pero fue recibido como hijo, fue vestido con la mejor túnica, y alimentado con el becerro engordado; tuvo un anillo en su mano y zapatos en sus pies, tuvo más riqueza de la que merecía (Lucas 15:19–25). Los hijos de Jacob, en tiempo de hambre, solo deseaban el trigo, y volvieron con trigo y dinero en sus sacos; y con buenas noticias también: “José vive aún; y él es señor en toda la tierra de Egipto” (Gn 42).
Sus recompensas son mayores y más seguras que otras; por lo tanto, son más duraderas que otras. El reino que él da es un reino que no se sacude; los tesoros que él da son tesoros que no se corrompen; la gloria que él da es una gloria que no se desvanece; pero las recompensas que los hombres dan son como ellos, inconstantes y volubles, se marchitan y desaparecen.24
Jerjes coronó a su timonero una mañana y le decapitó la tarde del mismo día.
Andrónico, el emperador griego, coronó a su almirante una mañana y lo decapitó por la tarde.
A Rossensis25 le enviaron un sombrero de cardenal, pero le cortaron la cabeza antes de que llegara a él. Muchos podrían decir de sus coronas como un rey dijo de la suya: “¡Oh corona mía! más noble que feliz”. Una queja justa que hace mucho tiempo fue hecha contra los dioses paganos fue: “O fuciles dare summa deos, eademque tueri difficiles”; la cual significa: “podrán dar a sus favoritos grandes dones, pero no podrán mantenerlos como posesión”. El mundo puede darles grandes cosas, pero no puede mantenerles en posesión de ellas; sin embargo, las grandes cosas, las grandes recompensas que Cristo da a los suyos, las mantendrá siempre en posesión de ellos; de lo contrario, el cielo no sería el cielo, la gloria no sería la gloria. A través de todas estas cosas pueden ver que es un gran honor ser un discípulo anciano, un cristiano mayor; este honor nunca lo lograrán, a menos que comiencen a ser santos, y que en la mañana de su juventud se vuelvan al Señor, y se interesen por él.
Ahora mencionaré algunos usos de esta verdad que son muy importantes para todos nosotros.
Amados hermanos, los jóvenes deben tener un gran interés por ser realmente santos.
Uso 1. Primero, esta verdad mira amarga y tristemente a tales jóvenes que aparentemente son buenos y que dan algunas muestras de bondad, pero que no están bien con Dios.
Joás, siendo joven, parecía tener cosas buenas en él para el Señor, mientras que el buen Joiada vivía; pero cuando Joiada murio, la bondad de Joás fue enterrada con él (2Cr 24:1–6, 13–16).
¡Oh! ¡Cuántos en estos días que han sido aparentemente buenos se han convertido en nada, sí, absolutamente en nada!
Se dice que Tiberio –mientras Augusto gobernaba– no estaba manchado en su reputación; y que, mientras Druso y Germánico estaban vivos, fingía aquellas virtudes que no tenía para mantener una buena opinión de sí en los corazones del pueblo; pero después de haber salido del alcance de la contradicción y el control, no hubo ningún hecho en el que no fuera imperfecto, ningún crimen en el que no hubiera participado.26
¡Oh!, que esto no sea aplicable a muchos jóvenes en nuestros días, los cuales han hecho grandes alardes y han tomado sobre ellos un gran nombre; han comenzado a eclipsar las estrellas y se han entregado, como tantos, a la deshonra de Dios, al reproche del evangelio, al dolor de los demás y al peligro de sus propias almas.
Era una costumbre de antaño que, cuando alguien era bautizado, el ministro entregara una prenda blanca diciendo: “Toma esta vestidura blanca y esfuérzate por traerla sin mancha al tribunal de Jesucristo”; por lo cual si el bautizado al crecer había probado ser un infeliz profano, el ministro sacaba la prenda blanca y levantándola la sacudía contra él, diciendo: “Esta prenda de lino te acusará en la venida de Cristo, la cual guardaré conmigo como testimonio de tu apostasía”.27
Jóvenes, sus antiguas profesiones serán un triste testimonio contra ustedes mismos en el gran día de nuestro Señor Jesús, a menos que se arrepientan y vuelvan con toda sinceridad al Señor (Prv 14:14).
Habría sido mejor que nunca hubieran hecho una profesión, que nunca hubieran dirigido sus rostros hacia el cielo, que nunca hubieran mirado a Dios y a Cristo, que nunca hubieran conocido el camino de la justicia; eso habría sido mejor que, después de haberlo conocido, se apartaran del santo mandamiento.
Cipriano, en su sermón de lapsis, habló de aquellos que, abandonando la fe, fueron entregados a los espíritus malos y a una muerte temerosa.
¡Oh, las desilusiones y el destronamiento de Cristo, el desperdicio de la conciencia y la aniquilación del alma; la cual, muchos jóvenes que alguna vez tuvieron esperanza, han abandonado! La Escritura parece cumplirse en ellos: “todos los que te dejan serán avergonzados; y los que se apartan de mí serán escritos en el polvo” (Jer 17:13). Comenzar bien y no continuar, no es sino anhelar un nivel más alto desde el cual la caída puede llegar a ser la más desesperante. La reincidencia es un pecado hiriente (Os 4:14). No se mencionan brazos para la espalda, aunque si para el pecho (Ef 6:11–18). Aquel que sea bueno en apariencia demostrará, al final, ser excesivamente malo. 2Ti 3:13 dice: “irán de mal en peor, engañando y siendo engañados”.
El lobo, a pesar de que a menudo se oculta en su naturaleza, terminará mostrándose como lobo.
En los días de Adriano el emperador, había un Ben-cosbi que, reuniendo a una multitud de judíos, se nombró a sí mismo Ben-cocuba: “hijo de una estrella”, aplicando esa profecía a sí mismo (Nm 23:17); pero su máscara fue quitada, su hipocresía descubierta y se encontró siendo Bar-chosaba: “el hijo de una mentira”.28 29 Estos tiempos han dado muchos monstruos de este tipo, pero su locura ha sido descubierta y sus prácticas aborrecidas. Ese fue el elogio del joven en el texto: “por cuanto se ha hallado en él alguna cosa buena delante de Jehová”.
Uso 2. Esta verdad mira amarga y tristemente a los jóvenes que están muy lejos de ofrecer cosas buenas al Señor; se entregan a esas lujurias y vanidades juveniles que deshonran, provocan y desagradan al Señor; gritan, se deleitan, vagan,30 juegan a los dados, beben, se apagan31 y muchas otras cosas más. Esto hace que debamos trabajar en el testimonio sobre el arrepentimiento, el infierno, y el médico de las almas.
Hablaré brevemente sobre los males de la juventud y luego iré a lo más importante.

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About Manzanas de oro (Vol. II)“La palabra a su tiempo, ¡cuán buena es!” (1 Prv 15:23). Es a menudo como una “Manzana de oro con figuras de plata” (Prv 25:11). Hay en esta obra muchas palabras importantes para cualquiera, pero especialmente para los jóvenes que comienzan su caminar con el Señor. En palabras del propio Thomas Brooks (puritano del Siglo XIX): Hay muchas cosas en este tratado que son de utilidad para muchos, y varias cosas más que, de momento, no son todos los días predicadas ni leídas. Lo he hecho tan placentero como el tiempo me lo ha permitido, para que así, sea más provechoso al lector y para que pueda impactar mejor al joven por medio de esta obra santa; la cual es un punto alto de la sabiduría celestial, no habiendo más sabiduría que aquella para ganar almas, 2 Co 12:16; Prv 11:13. Es mi oración que este tratado sea tan bendecido por el cielo, como para que pueda ganar a algunos, edificar a otros, y hacer el bien a todos. Así podré descansar. |
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