40:6–8. Aquí se escucha de nuevo la voz que sobresale con tremendo poder al comienzo del versículo con el mandato: “¡Da voces!”, y esta vez Dios le da la orden a un mensajero único, quizás a Isaías como representante de todos ellos. Pero quién sea precisamente el que debe dar voces es algo vago e indefinido. Una vez más parece que el Señor abarca en estos versículos a todos sus mensajeros; cada uno de los mensajeros de Dios debe ser como Isaías. La identidad del mensajero desaparece tras las noticias,