II. “Tú eres aquella cabeza de oro”

“Tuvo Nabucodonosor sueños, y se perturbó su espíritu, y se le fue el sueño” (Da. 2:1).

Oímos de Daniel nuevamente unos años más tarde, y bajo nuevas condiciones. El rey de Babilonia tuvo un sueño; y su sueño lo perturbó mucho. Él reúne ante él a los magos, los astrólogos, los adivinos y los caldeos (u hombres unidos), y les exige la interpretación de esta visión nocturna suya. Él no puede o no les narrará los incidentes de la visión, pero exige una explicación sin detallar lo que había visto en su sueño. “El asunto lo olvidé; si no me mostráis el sueño y su interpretación, seréis hechos pedazos, y vuestras casas serán convertidas en muladares”.

Esa fue una demanda bastante irrazonable. Es cierto que les ofreció recompensas y honores si tenían éxito. Pero, por supuesto, fallaron. Y admitieron su fracaso. “No hay hombre sobre la tierra que pueda declarar el asunto del rey; además de esto, ningún rey, príncipe ni señor preguntó cosa semejante a ningún mago ni astrólogo ni caldeo. Porque el asunto que el rey demanda es difícil, y no hay quien lo pueda declarar al rey, salvo los dioses cuya morada no es con la carne”.

“Excepto los dioses”. No se referían al Dios del cielo, el Dios de Daniel. Podría haber revelado el secreto lo suficientemente rápido. Se referían a los dioses ídolos de Babilonia, sobre quienes estos llamados “sabios” pensaban, y erróneamente pensaban, recaía el poder de la interpretación.

“No hay hombre sobre la tierra que pueda declarar el asunto del rey”. Estaban equivocados allí; y que pronto descubrieron: “El rey estaba enojado y muy furioso, y mandó destruir a todos los sabios de Babilonia; y se promulgó el decreto de que los sabios debían ser asesinados; y buscaron que asesinaran a Daniel y a sus compañeros”.

El oficial del rey vino a Daniel; pero Daniel no tenía miedo. Le dice el oficial: “Estás clasificado entre los sabios; y nuestras órdenes son sacarte y ejecutarte “. “Bueno”, dice el joven cautivo hebreo, “el rey ha sido muy apresurado. Pero que solo me dé un poco de tiempo; y mostraré la interpretación”.

Había leído la ley de Moisés; y él era uno de los que creía que lo que Moisés había escrito sobre las cosas secretas era verdad: “Las cosas secretas pertenecen al Señor nuestro Dios; pero las cosas que se revelan nos pertenecen a nosotros y a nuestros hijos”. Probablemente se dijo a sí mismo: “Dios mío conoce ese secreto; y confiaré en Él para que me lo revele”. Y él pudo haber convocado a sus tres amigos; y celebrado una reunión de oración, quizás la primera reunión de oración que se haya celebrado en Babilonia. Trataron el mensaje amenazante del Rey de Babilonia tal como Ezequías había tratado la carta amenazante del Rey de Asiria cien años antes. Ellos “lo extendieron delante del Señor”, y oraron para que este secreto les fuera revelado. Y después de haber orado, y hecho su petición a Dios, (y la respuesta no fue inmediata, en ese momento y lugar), se fueron a la cama y se quedaron dormidos.

No creo que usted o yo hubiéramos dormido mucho si hubiéramos pensado que nuestras cabezas corrían peligro de ser cortadas en la mañana siguiente. Daniel durmió: porque se nos dice que el asunto le fue revelado en un sueño o visión nocturna. La fe de Daniel era fuerte: para poder dormir tranquilo ante la perspectiva de la muerte. Si sus amigos no dormían toda la noche, lo más probable es que estuvieran orando.