Pero eso es totalmente opuesto a lo que sucede con el alma en la conversión: la responsabilidad del cristiano es la de evitar la tentación y huir del mal, hacer uso de la gracia como el medio para buscar el bien, esta actitud debe perdurar todo el tiempo que le quede en este mundo. Si nuestros antepasados erraron por escrupulosos, sus descendientes a menudo han herido la causa de Cristo por su liviandad. Las declaraciones al natural, sin aptitud ni análisis, son con frecuencia las más engañosas.