David había sido, él mismo, pastor de ovejas; y entendía a la perfección sus necesidades y el cuidado que el pastor debe prestarles; por ello, se compara él mismo a una oveja, una criatura débil, indefensa y boba; y asume que Dios es su Proveedor, Preservador, Director; en una palabra, su Todo. Nadie tiene el derecho de considerarse a sí mismo una oveja del Señor a menos que su naturaleza haya sido regenerada, pues la Escritura no describe a los inconversos como ovejas, sino como lobos o machos cabríos.