Lo que enseñamos es que, por la caída, la naturaleza moral del hombre ha experimentado un absoluto cambio hacia el pecado, irreparable por sus propios medios. En este sentido es completa, decisiva o total. Este estado es tan verdaderamente pecaminoso como sus transgresiones, por cuanto es tan verdaderamente libre y espontáneo como ellas. Este pecado original se muestra en todos los no regenerados en una oposición de corazón fija y absoluta a ciertas formas de deber, y de manera especial y constante