Actualmente muchos proclaman un evangelismo azucarado con el propósito de atraer a más personas y rehúyen hablarles de las realidades del infierno. El problema es que, si bien logran que las personas acepten el Evangelio, lo que aceptan es un Evangelio diferente. El Evangelio que no incluye ninguna idea incómoda no es un Evangelio auténtico.