Cuando Judas, el que lo había traicionado, vio que habían condenado a Jesús, sintió remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata a los jefes de los sacerdotes y a los ancianos.
—He pecado—les dijo—porque he entregado sangre inocente.
—¿Y eso a nosotros qué nos importa?—respondieron—. ¡Allá tú!
Entonces Judas arrojó el dinero en el santuario y salió de allí. Luego fue y se ahorcó.
Matthew 27:3–5