Por tanto, Jesús ha llegado a ser el que garantiza un pacto superior.
Ahora bien, como a aquellos sacerdotes la muerte les impedía seguir ejerciendo sus funciones, ha habido muchos de ellos; pero como Jesús permanece para siempre, su sacerdocio es imperecedero. Por eso también puede salvar por completo a los que por medio de él se acercan a Dios, ya que vive siempre para interceder por ellos.
Nos convenía tener un sumo sacerdote así: santo, irreprochable, puro, apartado de los pecadores...
Hebrews 7:22–28