El SEÑOR me dirigió la palabra: «Hijo de hombre, échale en cara a Jerusalén sus prácticas repugnantes. Adviértele que así dice el SEÑOR omnipotente: “Jerusalén, tú eres cananea de origen y de nacimiento; tu padre era amorreo y tu madre, hitita. El día en que naciste no te cortaron el cordón umbilical; no te bañaron, no te frotaron con sal, ni te envolvieron en pañales. Nadie se apiadó de ti ni te mostró compasión brindándote estos cuidados. Al contrario, el día en que naciste te arrojaron al...
Ezekiel 16:1–11