Escucha, SEÑOR, mi oración;
llegue a ti mi clamor.
No escondas de mí tu rostro
cuando me encuentro angustiado.
Inclina a mí tu oído;
respóndeme pronto cuando te llame.
Pues mis días se desvanecen como el humo,
los huesos me arden como brasas.
Mi corazón decae y se marchita como la hierba;
¡hasta he perdido el apetito!
Por causa de mis fuertes gemidos
se me pueden contar los huesos.
Parezco una...
Psalm 102:1–28