Desde el mediodía y hasta la media tarde toda la tierra quedó sumida en la oscuridad, pues el sol se ocultó. Y la cortina del santuario del templo se rasgó en dos. Entonces Jesús exclamó con fuerza:
—¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!
Y al decir esto, expiró.
Luke 23:44–46