Después de esto, Job rompió el silencio para maldecir el día en que había nacido. Dijo así:
«Que perezca el día en que fui concebido
y la noche en que se anunció: “¡Ha nacido un niño!”
Que ese día se vuelva oscuridad;
que Dios en lo alto no lo tome en cuenta;
que no brille en él ninguna luz.
Que las tinieblas y las más pesadas sombras
vuelvan a reclamarlo;
Que una nube lo cubra con su sombra;
que la oscuridad domine...
Job 3:1–26