Al llegar Pablo a este punto de su defensa, Festo interrumpió.
—¡Estás loco, Pablo!—le gritó—. El mucho estudio te ha hecho perder la cabeza.
—No estoy loco, excelentísimo Festo—contestó Pablo—. Lo que digo es cierto y sensato. El rey está familiarizado con estas cosas, y por eso hablo ante él con tanto atrevimiento. Estoy convencido de que nada de esto ignora, porque no sucedió en un rincón. Rey Agripa, ¿cree usted en los profetas? ¡A mí me consta que sí!
—Un poco más y me convences a...
Acts 26:24–32