Abraham estaba ya entrado en años, y el SEÑOR lo había bendecido en todo. Un día, Abraham le dijo al criado más antiguo de su casa, que era quien le administraba todos sus bienes:
—Pon tu mano debajo de mi muslo, y júrame por el SEÑOR, el Dios del cielo y de la tierra, que no tomarás de esta tierra de Canaán, donde yo habito, una mujer para mi hijo Isaac, sino que irás a mi tierra, donde vive mi familia, y de allí le escogerás una esposa.
—¿Qué pasa si la mujer no está dispuesta a venir...
Genesis 24:1–67