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Lucas 8:1–25

Mujeres que sirven a Jesús

8

1Aconteció después, que Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con él, 2y algunas mujeres que habían sido sanadas de espíritus malos y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios, 3Juana, mujer de Chuza intendente de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes.a

Parábola del sembrador

(Mt. 13.1–15, 18–23; Mr. 4.1–20)

4Juntándose una gran multitud, y los que de cada ciudad venían a él, les dijo por parábola: 5El sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, y fue hollada, y las aves del cielo la comieron. 6Otra parte cayó sobre la piedra; y nacida, se secó, porque no tenía humedad. 7Otra parte cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ella, la ahogaron. 8Y otra parte cayó en buena tierra, y nació y llevó fruto a ciento por uno. Hablando estas cosas, decía a gran voz: El que tiene oídos para oír, oiga.

9Y sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Qué significa esta parábola? 10Y él dijo: A vosotros os es dado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.b 11Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios. 12Y los de junto al camino son los que oyen, y luego viene el diablo y quita de su corazón la palabra, para que no crean y se salven. 13Los de sobre la piedra son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; pero éstos no tienen raíces; creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan. 14La que cayó entre espinos, éstos son los que oyen, pero yéndose, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto. 15Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia.

Nada oculto que no haya de ser manifestado

(Mr. 4.21–25)

16Nadie que enciende una luz la cubre con una vasija, ni la pone debajo de la cama, sino que la pone en un candeleroc para que los que entran vean la luz. 17Porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz.d 18Mirad, pues, cómo oís; porque a todo el que tiene, se le dará; y a todo el que no tiene, aun lo que piensa tener se le quitará.e

La madre y los hermanos de Jesús

(Mt. 12.46–50; Mr. 3.31–35)

19Entonces su madre y sus hermanos vinieron a él; pero no podían llegar hasta él por causa de la multitud. 20Y se le avisó, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte. 21Él entonces respondiendo, les dijo: Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la hacen.

Jesús calma la tempestad

(Mt. 8.23–27; Mr. 4.35–41)

22Aconteció un día, que entró en una barca con sus discípulos, y les dijo: Pasemos al otro lado del lago. Y partieron. 23Pero mientras navegaban, él se durmió. Y se desencadenó una tempestad de viento en el lago; y se anegaban y peligraban. 24Y vinieron a él y le despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Despertando él, reprendió al viento y a las olas; y cesaron, y se hizo bonanza. 25Y les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Y atemorizados, se maravillaban, y se decían unos a otros: ¿Quién es éste, que aun a los vientos y a las aguas manda, y le obedecen?

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